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viernes, 9 de marzo de 2012

¿QUÉ DEFINE A UNA MUJER?

El tema de la mujer siempre es actual. La cultura, la sociedad, la filosofía y hasta la psicología tienen algo que decir, pero nunca se dice todo. En mi postura psicoanalítica, pretendo hacer algunas reflexiones.

Como es sabido, dentro del psicoanálisis la mujer ocupa el centro de una pregunta que hizo historia y ha generado profundos efectos sobre el legado de Freud. Nació durante una sesión de análisis de Marie Bonaparte con el maestro vienés. Freud le dice: «La gran pregunta que nunca recibe respuesta y yo no estoy capacitado para responder, después de mis treinta años de estudios sobre el alma femenina, es ¿Qué desea una mujer?».  Para Freud el enigma de la mujer osciló siempre entre lo sagrado, lo divino y lo irrepresentable. Y a pesar de que jamás se separó de su afirmación acerca de la apenada niña del Edipo: “Ella lo vio, ella quiere eso”, se refirió a la psique femenina como algo insondable, como un "continente oscuro", hasta llegar a formularse hacia el final de su vida su famosa pregunta: “¿Was will das Weib?”.

¿Qué es una mujer para Freud? Aquí se hace necesario partir de una proposición psicoanalítica básica en torno a la diferencia sexual. Al remitirnos a la obra de Freud, encontramos que una parte central de su doctrina se basa en la afirmación de que la anatomía por sí sola no determina la identidad sexual, del mismo modo, que la diferencia sexual no puede ser reducida a lo natural. Para Freud lo que produce la diferencia sexual es el significado asignado a la diferencia anatómica de los órganos masculinos y femeninos. En consecuencia, según Freud los hombres sufren de «angustia de castración» y las mujeres de su «Penisneid» (envidia de pene). 

La niña decepcionada por carecer de un pene la irá dirigiendo hacia el padre como el verdadero amor. Esta envidia fálica no va a ser tan fácilmente aceptada, así que tal deseo perdurará en el tiempo, en donde se sustituirá por el de tener un hijo cuya preferencia será la de que sea un varón para poder alcanzar la perfección en esta relación.A partir de esta falta de pene la hará sentir desvalorizada e inferior.

La entrada en el Complejo de Edipo, con este viraje al padre, le dará para la mujer tres salidas diferentes:
a) La suspensión de toda la vida sexual. 
b) La hiper-insistencia en la masculinidad. 
c) La feminidad definitiva.

Estos son los tres destinos de la sexualidad femenina, según Freud. El  primero, un destino sin destino; ausencia de sexualidad, o más bien, diría, una sexualidad no compartida. El segundo: una actividad sexual masculina. ¿La homosexualidad femenina? Y el tercero: la feminidad definitiva, cuando la mujer toma al padre como modelo e identifica a su marido con él, lo hace su objeto de amor y a la vez rivaliza con él. También con el marido actualiza la mala relación con su madre.

Por su parte,  Lacan trata de responder a la pregunta ¿Qué quiere  la Mujer?,  de esta manera: Un deseo muy extraño a toda búsqueda del tener. Es definido como el equivalente, si no de una voluntad, al menos un objetivo de goce. Para Lacan se trata de dar un lugar a la originalidad de la posición de las mujeres y al goce femenino a ella ligada. Destacando que el goce femenino se trata de un goce específico, exceptuado del carácter “discreto” y limitado del goce fálico propio del varón. Porque, como asegura, en cuestión de goces lo que se siente del lado mujer sobrepasa lejos, lo que los hombres pueden sentir. Que es un goce mucho mayor tiene una lógica bastante simple y sencilla, no es lo mismo gozar de un órgano que gozar de todo el cuerpo. Lo tematiza en RSI  y en Encore (1972) como el goce suplementario: un goce que va más allá del goce del órgano, e incluso de las palabras. Un goce propio del que nada se dice y del que las mujeres no explicitan absolutamente nada; y que cada una tendrá una marca diferencial de acuerdo a su historia singular. Lacan utiliza la alegoría de Tiresias, quien tras haber transitado por su lado hombre y por su lado mujer, consultado por el Zeus, dice: “donde el hombre goza 1, la mujer goza  9”.

Lacan vuelve a la cuestión de la diferencia genérica para establecer una serie de formulaciones precisas: La mujer, esa entidad que se supone ontológicamente opuesta al hombre corresponde simplemente a la fantasía del niño de poseer una madre que lo completa, que lo hace pleno, que erradica su angustia y lo hace feliz. Esa mujer, La mujer con mayúscula, no existe ni existió verdaderamente nunca. Masculino y femenino son presentados en esa obra de Lacan simplemente como posiciones ante el goce que nada tienen que ver con la dotación peneana o vaginal. Lo que Lacan define ahí como el goce femenino en oposición al masculino simplemente implica aquél goce que anula los límites, que posibilita una vivencia de completud, mientras que el goce masculino implica el límite, es momentáneo y supone la castración simbólica.

En el pasado y en el presente. No cabe duda que la cultura siempre ha jugado un papel importante en su concepción de la mujer, siendo más limitada para ejercer ciertas actividades. Pero a  pesar de tales restricciones siempre encontramos historias de mujeres productivas, emprendedoras, enérgicas, talentosas, creativas. Siempre han existido pero creo que el problema es que no han sido  reconocidas. 

Toril Moi (2002) ha escrito: “Es tiempo de renunciar a la fantasía de encontrar la clave del ‘enigma de la femineidad’. Las mujeres no son esfinges. No hay enigma alguno por resolver.”
Quizás la mujer del tercer milenio quiera ser pensada por el psicoanálisis como persona en su totalidad, no en las márgenes del pensamiento como “lo distinto y enigmático” sino como un ser par en el complejo concierto humano. Esta propuesta derivará en innovadoras teorizaciones que ubicarán al enigma en su carácter de universal de existencia y lo liberarán de los ecos de una fantasmática sociocultural. 

Concluyendo, no queda más que mencionar que en la actualidad existen muchas mujeres y hombres que hacen nuevas aportaciones al tema de la feminidad, resaltando sobre todo el papel de la cultura.

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